martes, 6 de diciembre de 2011

Observaciones del Docente

Cuando decidí ser Docente, lo hice pensando en contribuir al desarrollo integral de los y las estudiantes. El motor que me inspiró a cumplir con este apostolado fue ver a los ancianos pidiendo  limosnas en la calle, abandonados en el alcohol y otros vicios. Siempre he soñado con un país mejor que el que me dieron mis padres. En estos tiempos tan convulsionados en que vivimos surge la duda, ¿vale la pena ser Docente cuando todo a tu alrededor apunta a la anarquía?, ¿cómo incentivar valores cuando por delinquir se te pagará un salario?, ¿con qué moral pedir el uso de un vocabulario no soez, vulgar  ni escatológico cunado un juez determinó que decir expresiones denigrantes no son ofensivas?, o peor aún, ¿para qué luchar en la prevención del embarazo precoz, siendo que se les pagará por traer niños al mundo sin tener las condiciones mínimas?  Es indispensable que pensemos en nuestra realidad inmediata, en nuestro presente turbio y aparentemente sin salida. Nada tienen que ver mis humildes observaciones con la política y los gobernantes, estoy seguro que de ser los otros gobierno y estos oposición, no estaríamos muy diferentes. Tiene que ver, y, me declaro absolutamente convencido de ello, con nuestra  visión del mundo y los objetivos planteados en el sistema educativo. Se debe educar para el éxito, no para el fracaso; para el optimismo, no así para el conformismo, para la vida en común, no para beneficiarme yo y el resto ¡qué se muera!; somos seres sociales por naturaleza. Esa cualidad no la podemos olvidar, somos parte de un conjunto y no el conjunto parte de nosotros,o lo que es igual, giramos con el mundo y no al contrario. Como amante de mi profesión, pido a todo aquel que lea esta reflexión el pensar en común sin que eso implique dañar a una minoría. Cosas tan simples como saludar amablemente forman parte del verdadero camino de progreso y felicidad para las y los coterráneos de aquel hombre bajito de estatura, pero grande en determinación, Don Simón Bolívar. Luchemos por nuestros sueños, pero justamente así, en plural no en singular. Lenin López Espinoza

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